De intrusas y sumisas

Escribe La columna delaltillo: Guillermo Del Zotto.


Por Guillermo Del Zotto

En el “Diario de un escritor”, Fedor Dostoievski utiliza una doble función de ese término. Por un lado son anotaciones al estilo diario íntimo y por el otro son publicadas en su momento (1873 a 1881) en un periódico semanal que el mismo dirigía.  La obra se ha transformado en un clásico del autor a la altura de “Crimen y castigo”. La intención no es hablar del libro en su totalidad sino de un desprendimiento: el relato denominado “La sumisa” (a veces publicado como “La mansa”).

Al igual que otras obras como “El sueño de un hombre ridículo”, “La sumisa” se conoció como relato separado. Es decir como obra aparte. Lo interesante de encontrarla en el “Diario de un escritor” es que en páginas anteriores vemos el germen en el pensamiento del autor: Dostoievski opina sobre una noticia actual que da cuenta del suicidio de una muchacha que se arroja desde un balcón apretando un ícono (digamos estampita) contra su pecho. A sus reflexiones periodísticas, páginas más adelante directamente le da la característica de prólogo y anuncia que esa noticia le inspiró “La sumisa”. Extrañamente subtitulado “relato fantástico”. Lo extraño es que sí, Dostoievski ha hecho relatos fantásticos (“El cocodrilo”, por ejemplo) pero no es el caso del más realista de los rusos a la hora de abordar la noticia del suicidio.

Algunos críticos señalan que lo fantástico aquí tiene que ver con la voz narradora. Y aquí sí conviene aclarar que se trata de una jugada maestra: Dostoievski opta por una primera persona para narrar con detalles desgarradores esta tragedia. Y esa primera persona es la de un hombre de cuarenta años rozando la amoralidad con el que se había casado poco tiempo antes la joven de dieciséis años que termina suicidándose.

La historia tiene varias versiones teatrales y hasta cinematográficas. Versiones que por más calidad que tengan, no se aproximan a la verdadera película que pasa por el lector al encarar su lectura. Una contundencia inaudita aún dentro de la propia obra de Dostoievski.

Releer “La sumisa” dentro de “Diario de un escritor” y con algunos consejos de Bajtín de cómo interpretar la polifonía de Dostoievski a la hora de asumir voces narrativas, convierte en un manjar lo que ya era una comida deliciosa.

Y agrega algo más. Al terminar el relato surge una comparación casi ineludible con el cuento de Jorge Luis Borges “La intrusa”. Por extensión, por características de eficacia y sobre todo por la similitud de las protagonistas. Pasado el primer enamoramiento de esa comparación, como si no hubiera suficiente, nos podemos adentrar en una cuestión más profunda: ¿cómo hubieran resultado ambas historias contadas por las mujeres?

Una terrible coincidencia hace que ni la sumisa ni la intrusa tengan voz ni voto en ambos relatos, siendo las protagonistas absolutas de ambas historias.  Surge la contradicción (¿obsesión en Borges y Dostoievski?): por un lado esta estrategia narrativa hace mucho más poderosas las narraciones; por el otro está el fantasma de la misoginia de ambos autores. Incluso más comprobable en otras obras.

Un aplauso cerrado del lector crítico se apaga de golpe cuando piensa en las características sociales de estos dos genios. La eficacia de los relatos hace que, como en otros tantos casos, se pase rápido. De todas formas, para lectores aún más curiosos y atrevidos, no sería una mala idea intentar un ejercicio literario que consista en recrear alguna o ambas historias contadas por sus protagonistas mujeres.


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