Libros / Tiempos difíciles
El recordado “caso Padilla”, que cobrara notoriedad a principios de la década del 70, originó el primer desencanto de muchos intelectuales de izquierda con la Revolución cubana.
Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias ([email protected])
El poeta cubano Heberto Padilla se encontraba en Estados Unidos trabajando como traductor cuando se produjo la Revolución en su país. De inmediato, y fiel a sus ideales, retornó a la isla para incorporarse y ponerse al servicio del nuevo régimen revolucionario. Los rebeldes lo recibieron con beneplácito y le asignaron misiones vinculadas con su formación de escritor. Inicialmente dirigió algunas revistas y fue colaborador de Prensa Latina. Finalmente representó al gobierno cubano en países del bloque soviético.
De regreso a Cuba, en 1966, empezó a manifestar sus diferencias con la Revolución. Algunos años después publicó su libro de poemas más conocido, “Fuera del juego”. En 1968, un jurado seleccionado por la Sociedad Cubana de Escritores (entre los que se destacaba José Lezama Lima), le concedió a “Fuera del juego” el premio al mejor libro del año.
La Sociedad Cubana de Escritores no estuvo de acuerdo con el premio por considerar que la obra de Padilla era contraria a los ideales de la Revolución. Finalmente debió otorgar el premio pero lo hizo aclarando su postura contraria a un escritor cuyo “…antihistoricismo se expresa por medio de la exaltación del individualismo frente a las demandas colectivas del pueblo en desarrollo histórico y manifestando su idea del tiempo como un círculo que se repite y no como una línea ascendente”. Es decir, de los poemas de Padilla se desprendía, según los miembros de la sociedad, una concepción filosófica claramente anti marxista.
Padilla fue acusado de traidor y terminó en la cárcel. Fue en ese momento cuando la Revolución cubana empezó a ser cuestionada por muchos intelectuales de todo el mundo que hasta ahí la habían defendido. Una carta firmada por Julio Cortázar, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Octavio Paz, Jean-Paul Sartre y Mario Vargas Llosa, entre muchos otros, logró que el gobierno de Cuba liberara a Padilla después de que éste firmara una declaración retractándose de lo que había escrito.
Con su liberación se iniciaron los años más tristes para el poeta. Sin su esposa e hijo, que habían sido expulsados de Cuba, sin la posibilidad de trabajar y escribir, fue sumergiéndose lentamente en la depresión y el alcoholismo. Una interesante descripción de aquellos años puede hallarse en “Nuestros años verde olivo”, del escritor chileno Roberto Ampuero. Ampuero hace de Padilla un personaje más de su novela y narra la interminable caída del poeta en la depresión y el desencanto.
Algunos años más tarde, y a raíz de la presión ejercida por muchos intelectuales de todo el mundo, el gobierno cubano decide autorizar el exilio de Padilla. El poeta vuelve a instalarse en los Estados Unidos, comienza a dar clases de literatura en distintas universidades y logra llevar una vida apacible hasta su muerte a los 68 años en el 2000.
Sin embargo, nunca más pudo escribir una sólo línea digna de su pluma.
Uno de los poemas más criticados en Cuba de “Fuera del juego” se titula “En tiempos difíciles”. En él se resume tal vez la posición de Padilla respecto a la Revolución cubana.
En tiempos difíciles
A aquel hombre le pidieron su tiempo
para que lo juntara al tiempo de la Historia.
Le pidieron las manos,
porque para una época difícil
nada hay mejor que un par de buenas manos.
Le pidieron los ojos
que alguna vez tuvieron lágrimas
para que no contemplara el lado claro
(especialmente el lado claro de la vida)
porque para el horror basta un ojo de asombro.
Le pidieron sus labios
resecos y cuarteados para afirmar,
para erigir, con cada afirmación, un sueño
(el-alto-sueño);
le pidieron las piernas,
duras y nudosas,
(sus viejas piernas andariegas)
porque en tiempos difíciles
¿algo hay mejor que un par de piernas
para la construcción o la trinchera?
Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño,
con su árbol obediente.
Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros.
Le dijeron
que eso era estrictamente necesario.
Le explicaron después
que toda esta donación resultaría inútil
sin entregar la lengua,
porque en tiempos difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
Y finalmente le rogaron
que, por favor, echase a andar,
porque en tiempos difíciles
ésta es, sin duda, la prueba decisiva.
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