Micromenipeas |El joven que se enviaba stickers por WhatsApp

Como cada sábado el escritor Guillermo Del Zotto recrea un antiguo género satírico en versión microficción.  Hoy: Comunicación, incomunicación y autocomunicación.


Había una vez un joven que se enviaba stickers de él mismo por WhatsApp. Tenía un atractivo tal que no era consciente de lo que provocaba. Después de ejecutar numerosos rechazos de contactos, pasó a entusiasmarse por la autocomunicación. Decidió utilizar una aplicación de la compañía ECO que le permitiría formar parte de un grupo dedicado a los halagos mas diversos durante las veinticuatro horas. ECO mantuvo satisfecho al joven durante mucho tiempo. Logró una dependencia tal que lo tomó de sorpresa el nuevo avatar del grupo: un ramo de narcisos. A partir de eso obtuvo tantos rechazos como minutos de desesperación puede soportar alguien.

Había una vez un hombre víctima de un zapping infinito La mayoría de sus amigos festejarían el nuevo año con las flamantes pantallas líquidas que podían ocupar varias paredes de la casa sin disminuir un solo píxel de definición. El, más bien, había invertido en un sistema que le permitía aumentar la cantidad de canales hasta lo inimaginable. De alguna manera había logrado tener la posibilidad infinita de canales. Cuando, rodeado de comidas rápidas, se dispuso a imprimir con el pulgar el primero de las interminables canales y a poco de viajar en imágenes (y porque el circuito de secuencias es así de misterioso) apareció él, ahora, así, apuntándose con el control remoto.

Había una vez un escritor llamado Enrique Anderson Imbert que escribió “Imaginé que en el año 2132, en una tecnocracia donde ya nadie lee, un niño llamado Blas, que nunca ha visto un libro, inventa el libro». Y había otra vez, unos cincuenta años antes, un muchacho Néstor que inventó la máquina de escribir. Reflexionaba «¿dónde guardar los pensamientos sin que corran el riesgo de perderse? ¿Dónde colocarlos usando la vieja simbología, la de unir una letra detrás de la otra? ¿Cómo hacer para que no sean intervenidos por la telepatía del barrio o, peor, por la de la policía? ¿Cómo hacer para seguir pulsando esos símbolos cuando no haya energía eléctrica? ¿Cómo estar seguros de que esos registros no se borrarán por accidente o por atentado, como ya sabemos que pasó con varias cosas que no conviene (o no podemos) recordar? ¿Qué hacer para que esos pensamientos sigan vivos hasta llegar a la mente de otro sin la intervención de la policía global?”. Néstor ya no podía parar de pensar. Y comenzó a diseñar esos pequeños martillos de metal que haría pegar contra un rollo de cinta entintada y que le permitirían dibujar sus pensamientos de forma imborrable mientras producían música.

La menipea es un género seriocómico, derivado de los diálogos socráticos y con inicios en la obra de Antisfeno aunque  debe su nombre a uno de sus exponentes: Menipo de Gadara.

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