La teatralidad del discurso político ante las críticas
Escribe Sergio Di Pino.
Germán Caputo habló por primera vez como político. Tuvo que calzarse un traje que siempre le resultó incómodo, aunque fuese el funcionario con mayor visibilidad en lo que va del segundo mandato de Ezequiel Galli. Las explosivas declaraciones de la titular de la Asociación de Profesionales de la Salud, Alejandra Capriata, lo forzaron a responder con un discurso alejado de lo técnico. No le quedó otra.
En la conferencia de prensa del último lunes, dejó de secundar al Intendente y fue el protagonista ¿obligado? de la historia. Como único orador, el secretario de Salud estuvo rodeado de directores y jefes de servicios del Hospital, que completaron la foto de “unidad e institucionalidad”, elegida por el Municipio para contrarrestar las críticas sobre la gestión sanitaria de la pandemia. Fue un mensaje potenciado desde la puesta en escena.
Ante lo dicho, surgen algunos interrogantes: ¿Se justificaba una respuesta pública de semejante tenor por parte del Municipio? ¿Por qué apelar al formato de conferencia de prensa que la gente asocia a los anuncios y medidas de las autoridades? ¿No bastaba con dar a conocer la posición del Municipio mediante una gacetilla o carta abierta a la comunidad? Y finalmente: la mirada de Alejandra Capriata ¿es aislada o representa a otros actores de la salud que no se animan a expresar sus diferencias en público?
El Hospital Municipal “está saturado pero no colapsado” sostuvo el secretario de Salud en una de las frases más salientes de su discurso. Diferencia ¿fáctica o semántica?, podríamos discutirlo durante largas horas. Lo que queda claro, es que los dichos de Alejandra Capriata sobre una supuesta “selección de pacientes” marcaron el límite de lo que el Municipio estaba dispuesto a tolerar como crítica. A pura teatralidad, el gobierno local replicó y buscó mostrar su indignación de cara a la sociedad. Y de paso, mandó un mensaje puertas adentro del nosocomio.
En ese marco, Germán Caputo aseguró que en Olavarría “no hemos llegado a tener que elegir entre la vida de un paciente o de otro” y consideró que “quien hizo esta afirmación gravísima, quizás por desinformación, está alejado de la verdad, poniendo en duda el profesionalismo, la solidaridad, la honestidad y ética de todo el personal de salud”.
Hábilmente, se refirió a «luchas políticas y gremiales” en contraposición a “nuestra única lucha por la salud de los olavarrienses” y pronunció una sentida frase a la que le sacó el jugo la militancia gallista en redes sociales: “Vamos a exponer la vida si es necesario para contener esta situación».
Al momento de las preguntas del periodismo – y fuera del discurso leído- apuntó directamente contra la figura de la titular de la APRO: “No es una médica que esté con nosotros en la trinchera, hace seis meses que no me la cruzo en el Hospital” sostuvo.
Por lo bajo, algunos funcionarios municipales, cuestionaron a los medios por darle voz a Alejandra Capriata. Mal que les pese, es una figura con suficiente entidad para opinar sobre la situación sanitaria en Olavarría. Lo ha hecho infinidad de veces, en los últimos años. Preside la Asociación de Profesionales de la Salud, una organización que, más allá de las discusiones legales, representa a los médicos del Hospital (incluso a muchos de los que se ubicaron detrás de Caputo durante la conferencia). También es la cara visible de la CICOP en Olavarría, un gremio que ha impulsado un reclamo judicial para obtener su personería de forma independiente al Sindicato de Trabajadores Municipales. Y, antes que nada, es una profesional con suficiente consciencia para hacerse cargo de sus palabras. Cargar culpas en los mensajeros, es una pérdida de tiempo.
Pero centralizar el análisis en la polémica entre el Municipio y los dichos de Alejandra Capriata, sería perder de vista la cuestión de fondo: la capacidad del sistema de salud para resistir a la segunda ola de coronavirus.
Aquí no se trata de poner en cuestionamiento la enorme dedicación y el esfuerzo de cada integrante del equipo de salud, con Germán Caputo a la cabeza. Todo lo contario, solo caben palabras de admiración. Pero ese merecido reconocimiento, no implica inhabilitar la discusión sobre si las políticas sanitarias tomadas por el estado municipal, durante el último año, fueron las más indicadas.
La explosión de casos de coronavirus y la aparición de las variantes más contagiosas de la enfermedad, ya habían acelerado ese debate público. En los últimos días, se puso el foco en qué previsiones podrían haberse tomado en Olavarría, a partir de las enseñanzas que dejó la pandemia en otros lugares del mundo y la temprana irrupción de la segunda ola en los países europeos.
En ese marco, ya destacamos el acierto del Municipio en la implementación del sistema de RTA, para detectar al virus, aislar a los contagiados y reducir la propagación de la enfermedad. Pero también es necesario, problematizar si fueron suficientes los controles para fiscalizar el cumplimiento de los protocolos y las medidas de cuidado por parte de la ciudadanía. O por qué no se pensó en fortalecer el sistema hospitalario con más camas, tecnología y recursos humanos para aquellos pacientes que, inevitablemente, iban a requerir de atención médica.
En este último punto, el gobierno municipal entró en varias contradicciones. Después de decir, en más de una oportunidad, que no se podía robustecer la terapia intensiva del Hospital con tecnología, compró de urgencia respiradores y monitores (como se vio en las fotos del Intendente publicitó junto a los flamantes equipos).
Tampoco había recursos humanos formados en enfermería, señalaron. Pero una fugaz intervención del Sindicato de Municipales, con una denuncia pública sobre “una situación insostenible”, fue suficiente para demostrar lo contrario. El gremio acercó un listado de personas para cubrir los puestos en un área crítica y rápidamente logró el visto bueno de la comuna. “Han llamado para trabajar a la gente que hemos propuesto” manifestó el titular del STMO, José Stuppia, durante una entrevista con Radio Universidad. Seguramente estas personas no aparecieron mágicamente. Ni se formaron de un día para el otro. ¿Falta de previsión? ¿Mirada cortoplacista en la toma de decisiones? Son preguntas inevitables, aunque molesten, cuando los mensajes de las autoridades son tan cambiantes.
La cantidad de camas disponibles también fue objeto de debates. De un tiempo a esta parte, se comenzó a prestar mayor atención a las cifras que la comuna dio sobre la ocupación hospitalaria. Esos datos oficiales, incluso llegaron a ser cuestionados por otras voces de la salud pública. Por ejemplo, en la conferencia del Sindicato de Trabajadores Municipales de la semana pasada, Graciela Salías, enfermera y delegada de Terapia Intensiva del STMO, manifestó “no tenemos veinte camas de terapia, tenemos nueve”. La contestación del Municipio, se centró en una cuestión de nomenclaturas: “Acá hay un juego de palabras. Hace dos años tratamos de cambiar el nombre de los servicios. Antes teníamos Terapia Intensiva y Unidad Coronaria y definimos que el servicio se iba a llamar Unidad de Cuidados Críticos que tiene esa cantidad de camas (entre 17 y 20)” contestó Germán Caputo, en conferencia de prensa. Un tema tan sensible, reducido a una discusión semántica.
A este complejo escenario, hay que agregar las dificultades económico-financieras del sistema privado de salud y lo difícil que ha sido la articulación con el sector público, en tiempos de pandemia. La protesta de un grupo de enfermeras y auxiliares en el Instituto Médico por salarios desdoblados o retrasos en los pagos, es apenas un síntoma de esa situación.
Cuando el Municipio advirtió que las críticas sociales iban en aumento, decidió intervenir en la discusión pública. Las denuncias de Alejandra Capriata fueron el detonante de un clima de cuestionamientos que tomaba fuerza por lo bajo y que había comenzado a asomarse en la agenda mediática. Ese movimiento, forzó a Germán Caputo a correrse de su lugar de médico y responder como un funcionario político. Con ese reposicionamiento, logró, al menos, agrietar la discusión.
Las próximas dos semanas, serán clave en términos de evolución de la situación sanitaria. El Municipio querrá sostenerse en Fase 3, ya que esa instancia le garantiza una de sus cartas fuertes para interpelar a su núcleo duro de votantes: la presencialidad escolar. De reojo, mira las decisiones de municipios como Bolívar o General Villegas que pidieron el pase a Fase 2 ante la suba de casos. O la jugada arriesgada de Miguel Lunghi en Tandil, quien optó por cerrar todo a las 18:00 con el fin de mantener las clases presenciales. Cualquier complicación local, llevará inevitablemente a la comparación con estos distritos. Por ahora, algunos indicadores sanitarios dan ánimo a los funcionarios: “Estamos mejor que la semana pasada” dijo Ezequiel Galli a Radio Olavarría. Aunque leves, podrían ser buenas señales.
Los comentarios están cerrados.